El 28 de agosto del 2006, la agencia Reuters informó que finalmente los japoneses usuarios del metro de Tokio podrán disfrutar de la imagen de Britney Spears “desnuda y en avanzado estado de gestación”. Aparentemente, de la redacción del artículo se desprende que adoptar tal decisión no fue cosa sencilla, sino que en un principio se habría sugerido cubrir algunas porciones del cuerpo de Britney a fin de evitar una sobredosis de estímulo en la juventud japonesa.

Una sobre dosis de estímulo, parece ser, es lo que precisamente necesitarían los japoneses; según el mismo artículo la tasa de natalidad ha sido de 1.25 en el año 2005, habiéndose convertido la población japonesa en la más vieja del mundo. Para usar un término del National Geographic, si las cosas continúan así, los japoneses pronto serán una “especie” en vía de extinción. Por lo cual, para algunos japoneses, como Takuro Shimuzo (78), Britney en cueros podría tener una repercusión favorable en la baja tasa de natalidad.

La cosa entonces adquiere un tono atávico. Evoca las imágenes de las venus prehistóricas, de grandes barrigas y no menos sobresalientes pechos, asegurando la continuidad de la raza.

Britney se habría convertido, en cierta forma, en una moderna representación de Ceres, en una Astarte contemporánea; y el metro de Tokio, en el último templo donde recordar los ancestrales cultos de la fertilidad.

Tomando en cuenta todos estos datos, parece ser que si don Takuro tiene razón, Britney estaría iniciando una gesta épica. Britney embarazada estaría a la altura de las más mentadas heroínas del anime nipón: salvando a la postre al pueblo japonés de su peor y más cruento enemigo: ellos mismos.

Roberto Pável